Aunque en realidad, la misma sólo ilustra algo que aunque para muchos suena ahora a herejía, que es nada menos que la cercana relación que tenía el reciente muerto ilustre con el ministro del Interior de Jorge Rafael Videla, general Albano Harguindeguy, alias Gordito Travieso (Perón dixit). Quienes ahora demuestran su enojo, probablemente ignoren que también dicha relación se inició cuando ambos eran compañeros de banco en el liceo militar General Belgrano, durante el primer gobierno justicialista. Y luego, la misma siguió durante los oscuros años del Proceso, donde evidentemente el entonces también abogado integrante de la Asamblea por los Derechos Humanos, intercambiaron más que figuritas. Dicha relación política no debe entenderse como una casualidad permanente ni mucho menos.
Es sólo una muestra también de las cordiales relaciones que mantuvieron, a pesar del clima opresivo reinante, prominentes dirigentes radicales con oscuros mandamases del Proceso. En Córdoba, como muestra, el carnicero de La Perla general Luciano Benjamín Menéndez tenía bajo su manga a unos cuantos intendentes de boina blanca en muchas localidades de dicha provincia. Y cuando en La Plata una patota del Regimiento Mecanizado 7 hizo desaparecer a los jóvenes dirigentes radicales Mario Amaya y Sergio Karacachoff, Ricardo Balbín miró para otro lado cuando sus atribuladas familias le pidieron deshechas que les diera una ayuda, sabiendo muy bien las aceitadas relaciones que mantenía con altos oficiales de dicha unidad. Quizá por eso, el taimado Chino nunca quiso inmiscuirse en ninguna orga de derechos humanos, como su oponente titular de Renovación y Cambio, temeroso de lesionar esa amistad non santa.
Una opinión contrapuesta
"(Alfonsín) fue como todos los radicales de su generación, el soporte político de la dictadura más sangrienta que nuestro país haya vivido, ya que fueron ellos los que ocuparon los cargos de interventores en todos los ámbitos. No fueron cómplices de la Dictadura, fueron parte de la misma, y por lo tanto, actores del Proceso mismo. Debatía con los adversarios, es cierto. Sobre todo, con los dictadores. Asistía a los almuerzos que ellos convocaban, mientras otros debíamos escondernos para no ser atrapados por los asesinos gobernantes. No traicionó a sus amigos políticos, pero fue traidor al pueblo dominado. Defendió los mismos ideales e intereses que defendieron Viola y Videla. Por eso, los nacionalistas de Semana Santa estaban, supuestamente, enfrentados a él". Según el Colorado Ramos, Abelardo Ramos, Alfonsín había ganado con fraude.
Es para pensarlo, después de tanto almuerzo en la Casa de Gobierno con los dictadores, y después de tanta mentira incorporada a la historia oficial, es legítimo pensarlo. Sobre todo, cuando se le atribuyó a Herminio Iglesias toda la barbarie manifestada en su persona por la historia que todos conocemos de quemar un cajón radical en el cierre de campaña peronista, en respuesta al cajón que los radicales habían quemado, uno o dos días antes, en el cierre de su campaña. Pero no importa, ese dato no lo registró nunca la historia oficial, fallaron los flashes. A principios de los ochenta, no había Photoshop, pero se las ingeniaban igual para ignorar, o borrar, lo que no convenía. Alfonsín, fue tan democrático que ganó con los militares de su parte y con el apoyo de la misma prensa que apoyó el golpe y que silenció los miles de asesinatos, secuestros, torturas y apropiación de niños de desaparecidos", según la visión de Noemí Castro Muñoz, lectora de este sitio.
En rigor de verdad, por más que estas palabras vertidas puedan llegar a ofender a muchos, si se quiere ser realmente justo con el reciente muerto ilustre, se lo tiene que mirar con el prisma de la justicia y de la verdad completa. Pues de nada le sirve a su memoria rodearlo de una engañosa aureola de santidad, como siempre se ha hecho con nuestros padres fundadores. Sin duda, ellos nos necesitan eso. Y por consiguiente, Alfonsín tampoco.
Fernando Paolella