EL MUNDIAL 78 Y LAS DUDAS QUE PERSISTEN
"Veinticinco millones de argentinos jugaremos el Mundial. Mundial, la justa deportiva sin igual..", ¿quién no recuerda esa estrofa y la ha entonado también, en los extraños días de junio de 1978?. Sobre todo hoy, que se cumplen exactamente tres décadas de aquel domingo en el que "3 a 1" mediante, la selección argentina de fútbol se consagraba por primera vez, campeón del mundo. Fernando Paolella
En ese frío domingo, el estadio de River Plate reventaba de un frenesí celeste y blanco, matizado por algunos silbidos, cuando la voz metálica de los altoparlantes aludía al presidente de facto, Jorge Rafael Videla. A escasas cuadras de la fiesta albiceleste, los integrantes de la patota del GT332 de la ESMA seguían con interés las alternativas del cotejo, acompañados de algunos sobrevivientes de Montoneros que luego, en un aquelarre digno de Federico Fellini, se abrazaban con sus captores al grito de "Argentina, Argentina".
También escuchaban al maestro de ceremonias, José María Muñoz, quien desde el inicio del certamen no paraba de recordarle a los visitantes extranjeros, y a los millones de televidentes y radioescuchas, que los "argentinos somos derechos y humanos". Sin duda, toda una declaración de principios.
Pero por detrás de la euforia, desde el seno mismo del Proceso se elevaban muchas voces díscolas. Una de ellas fue la del entonces secretario de Hacienda, Juan Alemann, quien definió que el Mundial era "como un elefante blanco. Muy bonito, pero no sirve para nada, come mucho y rinde poco". Tiempo después, una bomba le volaba la casa en el momento exacto en que el equipo nacional le hacía el cuarto gol a Perú, en aquel dudoso 6 a 0 que le aseguraba al local el pasaje directo a la final. Posteriormente, la autoría de la explosión se la endilgaban sin pruebas a los Montoneros, pero los indicios apuntaban en forma ostensible a los muchachos de Emilio Massera.
Pero otra muerte extraña, en 1976, indicaría que el proyecto faraónico tenía que realizarse sí o sí. El 9 de agosto de ese año, es acribillado en un atentado en Wilde el general Omar Actis, quien estaba al frente del Ente Autárquico Mundial 78. Si bien ninguna organización guerrillera se adjudicó el hecho, también las miradas convergieron hacia el marino dado que el finado tenía un plan mucho más austero que el almirante Lacoste, que no contemplaba ni construcción de estadios ni la creación de la onerosa Argentina Televisora Color.
El Mundial del Almirante Cero
Para el almirante en jefe de la Armada Emilio Eduardo Massera, el Mundial era casi una cuestión personal. Por eso, aprovechó el espectáculo de masas como preparación necesaria de la posterior escalada bélica con el Chile de Pinochet a causa del diferendo del Beagle. Para que la fiesta no sea opacada con nada, hasta tendió lazos con el exiliado Mario Firmenich a través de los buenos oficios del siempre ubicuo Héctor Villalón, quien luego aparecería como mediador en el caso de los diplomáticos rehenes estadounidenses en Teherán en 1979. Testigo involuntaria de estas reuniones celebradas en París fue Elena Holmberg Lanusse, quien fue secuestrada y apareció flotando en el río Luján con un alambre en el cuello, luego de revelarle esto a su amigo Gregorio Dupont.
Además, era un partido aparte con Videla, a quien despreciaba y acusaba de blando. En realidad, los acontecimientos de junio del 78 desnudaron a las claras las feroces internas - interfuerzas - en pugna por comerse espacios de poder y también por discrepancias en cuanto al modelo económico a adoptar. Es que el grupo Videla-Viola-Martínez de Hoz representaba para el naciente masserismo la supervivencia de la rancia oligarquía aliada al capital trasnacional, los del ancla tenían fuertes lazos con conspicuos miembros de la Comisión Trilateral, y su subsidiaria enquistada en el Vaticano la Propaganda 2.
Dos amigos del alma vinieron a participar, el entonces capo de la FIFA João Havelange, también dedicado según fuertes indicios al tráfico de armas, y el ex secretario de Estado Henry Kissinger. El mismo que, dos años antes, había sugerido al canciller Guzzetti que la represión tendría que ser total pero rápida y en la noche y la niebla de lo desconocido.
Dentro de los lúgubres muros de la ESMA, el diablo mayor de ese infierno el capitán de navío Jorge Tigre Acosta permitió en la noche del domingo 25 salir a comer afuera, a un grupo selecto de "chupados", quienes saldrían a festejar junto a sus captores. Esto que parece demencial no era nada raro en la cosmovisión masserista, dado que el triunfo contra Holanda era la mejor excusa para demostrar las bondades de la reeducación llevada a cabo. Y por los costados, aprovechar la ocasión para establecer nutridas relaciones con el periodismo a fin de que, en un corto lapso, erigirse como la única opción presidencial ante la previsible devaluación del régimen militar.
A pesar de estos horrores, no hay nada que endilgarle a la valerosa entrega de los muchachos integrantes del seleccionado, quienes se brindaron enteros y con su guapeza y buen juego dejaron tendida en el césped riverplantense a la naranja mecánica. Lo que para algunos fervorosos fue muestra de cohesión, buen juego y dominio del balón, para muchos otros fue meramente suerte o el mero peso de la localía y la gran ayuda del régimen, impopular hasta ese entonces. Sobrevino una corta luna de miel, obturada seis meses después con la casi inminente contienda bélica con el vecino chileno, parada veinticuatro horas antes del desembarco argentino por una advertencia de James Carter, y la urgente intervención del entonces Papa Juan Pablo II; quienes por esa vez lograron frenar la escalada.
A treinta años del Mundial 78, aún subsisten incontables dudas y muchas preguntas siguen sin respuesta.
Buenos Aires - Argentina
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